Primero los valores y después el fútbol, ¿O no?

carlesmarcos Artículos Hacer un comentario

¡Ay! Creo que los valores los vamos perdiendo por el camino y creo que nunca fueron tan importantes como ahora. ¿Qué pensáis?  Está claro que cada uno puede hacer lo que quiera consigo mismo. Algunos los tienen muy anclados y otros prefieren darles una patada y seguir en esa senda de faltarse a sí mismo o como dijo Groucho “Estos son mis principios; si no le gustan, tengo otros”.  Pero no nos quejemos luego de tener lo que tenemos en esta sociedad y de transmitir a los pequeños lo que transmitimos. Está claro que faltan referentes a los que seguir. Por un lado políticos que desde la hipocresía dicen y no hacen y que faltan continuamente a esa honradez y honestidad tan necesitada, y por otro lado deportistas que tienen de todo y que son modelos para muchos menores, y que en innumerables ocasiones nos encontramos con ese “todo vale” que parece que hemos aceptado irremediablemente. El tema de hoy va sobre el fútbol y he de decir que soy futbolero pero algunas veces me da asco este mundo.

En muchas ocasiones los valores que vamos mamando en casa no se honran en ese mundillo futbolero. Siempre he pensado que el futbol como cualquier deporte de equipo puede ser fuente de valores indispensables en esta sociedad pero me da a mí, que se produce el efecto contrario en algunos casos. Muchos chavales tienen como ídolos y referentes a deportistas e imitan como no podía ser menos sus comportamientos, pero mal vamos cuando lo que se ve son entrenadores y jugadores faltando el respeto a periodistas, deportistas que se comunican por redes sociales con eso del “y tú más”, aficiones que elevan la violencia hasta su máxima esencia…, pero no pasa nada. ¡The show must go on!. En los últimos días ha ocurrido algo grave con algunos jugadores implicados en temas de prostitución. No entro a valorar la culpabilidad o inocencia, pero la tristeza debería estar cuando escuchas que para algunos lo importante ahora es la selección, para otros la presunción de inocencia y para nadie es importante el colectivo agredido ya dañado de por sí. Comparto un extracto de un artículo que invita a la reflexión. Escrito en El confidencial por Álvaro Rigal y titulado  Los futbolistas como De Gea, esos hombres-niño a los que les perdonamos todo

«A raíz de la aparición de David de Gea en el sumario del ‘caso Torbe’, la mayor parte de las opiniones que se oyen en los bares, en las columnas de prensa y en las instituciones van en la línea esa de: ni los jueces ni la Policía han hecho ninguna acusación contra el portero de la Selección, así que no tenemos nada de qué hablar.

Pero sí hay cosas de las que hablar. Ya que sabemos lo que no ha hecho (¡nada ilegal!), podemos hablar de lo que parece que sí ha hecho.

Del sumario de la Operación Universal se deduce que David de Gea pagó a Nacho Allende ‘Torbe’ para organizar citas con prostitutas a sus compañeros de la selección española sub-21 y del Manchester United. No vamos a entrar en consideraciones éticas sobre la prostitución (un debate que lleva años abierto entre abolicionistas y pro-regulación) pero es evidente que el portero tenía a su disposición infinidad de agencias que ofrecen esos servicios de manera mucho más digna y segura para las trabajadoras sexuales que los que pudiera organizar Torbe.

Porque, y creo que esto es lo que no se debe perder de vista, De Gea pagó por chicas a un tipo que está en prisión acusado de trata de mujeres y delitos contra menores, y cuyas -presuntas- prácticas eran despreciables. Por un lado, según los investigadores, Torbe organizaba bukakes (escenas de sexo en grupo en las que múltiples hombres eyaculan sobre una mujer) con chicas del este de Europa enviadas por un empresario ucraniano. Chicas que antes de venir no sabían que tenían que exponerse a escenas muy vejatorias, y que solo eran capaces de completarlas entre lágrimas, coaccionadas y asustadas bajo el control de Torbe. Los testimonios de asistentes a esos encuentros no dejan lugar a dudas de que no se grababan de forma libre y consensuada.

Por otro lado, la investigación también señala que el hombre al que De Gea recurría para organizar fiestas sexuales captaba a chicas (algunas de ellas menores de edad) en situación de vulnerabilidad, les pedía fotos de ellas desnudas como ‘casting’ para sus vídeos eróticos, y a continuación las extorsionaba amenazando con distribuir esas fotos entre sus conocidos si no accedían a grabar vídeos pornográficos o a prostituirse. Y es en ese contexto en el que una de las chicas ha declarado tres veces que Torbe la obligó a acostarse con Iker Muniain y otro futbolista aunque ella no quería hacerlo, en un encuentro pagado por De Gea.

Llegados a este punto, lo mínimo que se le podía pedir a un hombre que está representando a España en una competición internacional es que diera su versión. Que explicase por qué trataba esos asuntos con Torbe, que se disculpase, que asumiera que cometió un error de juventud y que asegurase que no era consciente de que las chicas estuvieran forzadas (a priori no tendría por qué saberlo). Es lo que a mí me gustaría escuchar desde mi condición de aficionado de la Selección y del Atlético de Madrid, que recuerda con cariño el día del inesperado debut de nuestro rubio canterano en un partido de Champions contra el Oporto cuando se lesionó Roberto.

En lugar de eso tuvimos que asistir a una tomadura de pelo, una comparecencia de prensa en la que De Gea no precisó si conoce a Torbe, no comentó si los mensajes de Whatsapp que forman parte de la causa son auténticos y no hizo mención al encuentro sexual que supuestamente organizó. «Soy un chico tranquilo, es todo falso y estoy deseando entrenar». Chimpún. Circulen, que aquí no hay nada más que hablar.

De Gea no da explicaciones… porque nadie las pide

Pero lo grave del ‘caso De Gea’ no es la actitud de De Gea. Al fin y al cabo, él se ha comportado así porque puede hacerlo, porque nadie espera otra cosa. Lo grave es lo que todo este asunto revela de nosotros, de los aficionados, de la prensa, de las instituciones deportivas, de los políticos, de la sociedad.

Un hombre de fútbol lo explicó mucho mejor de lo que yo sabría hacerlo: «El deporte es una amalgama de valores trascendental en nuestro tiempo donde se mezclan cultura, educación y espectáculo». Son palabras de Carlos Matallanas (que algo sabe de la inevitable relación entre el fútbol y la vida) y que nos recuerdan que hace tiempo que nos quedamos solo con la parte del espectáculo. ¿Educación, valores? Muy bonito, pero mañana hay partido y the show must go on.

No, lo grave del ‘caso De Gea’ no es la actitud de De Gea. Lo grave es que es uno más de muchos. De Gea puede esconderse de sus acciones igual que James puede huir de la policía a 200 kilómetros por hora o Messi puede defraudar cuatro millones en el IRPF. La reprobación social es mínima o inexistente.

De entrada, los aficionados toleramos cualquier conducta de nuestros ídolos, mientras la prensa deportiva es incapaz de hacer periodismo en cualquier asunto que no sea estrictamente la competición (tampoco hay una audiencia que lo reclame).

¿Las instituciones deportivas? La Federación ha evitado emitir un comunicado oficial sobre el caso De Gea, igual que evitó el cierre del Benito Villamarín cuando un sector de aficionados jaleó a su delantero, imputado por maltrato habitual a su exnovia: «Era una puta, lo hiciste bien». Mucho se habló en ese caso del Betis y de Rubén Castro, pero lo más duro se escuchó de boca de los abogados de la chica: «A ella le está costando mucho rehacer su vida en una ciudad como Sevilla. Lo peor no es que una parte de la sociedad arrope al presunto maltratador, sino ver cómo insultan todavía más a la víctima”.

¿Los políticos? La valoración que realizó el ministro del Interior del ‘caso De Gea’ fue recordar la presunción de inocencia y proclamar: «Deseo que esto en ningún caso afecte a la selección española». Un punto de vista compartido por el ministro de Educación, Cultura y Deporte: «En este tema debemos estar todos los españoles de acuerdo y no enredar».

Al menos Pedro Sánchez afirmó que no se siente «cómodo» viendo a De Gea en la Selección. Tibio e impreciso, pero desde luego no electoralista: no creo que haya un sólo asesor político que recomiende hablar mal de ‘La Roja’ en campaña. Eso lo tienen claro Albert Rivera (que enseguida criticó las palabras de Sánchez y montó un mitin futbolero) y Pablo Iglesias o Alberto Garzón (que no han abierto la boca sobre este tema pese a su teórico posicionamiento feminista). Actualización: Íñigo Errejón ha declarado que «De Gea debe dar explicaciones», Iglesias se ha sumado a la «incomodidad» de Pedro Sánchez y Garzón ha difundido este mismo artículo en redes sociales invitando a la «reflexión».

La NBA, el ejemplo posible

En fin, escribo estas líneas mientras espero el inicio del último partido de la final de la NBA, un espectáculo deportivo de primer nivel con repercusión mundial. Recuerdo cómo esta misma semana, LeBron James comenzó su rueda de prensa hablando sobre el atentado de Orlando: «Realmente pone las cosas en perspectiva, el baloncesto es sólo una pequeña parte de la realidad». Nadie le había preguntado por ello, hizo una reflexión por propia iniciativa, igual que muchas veces se ha posicionado sobre la igualdad racial o a favor del control de armas de fuego.

Mientras tanto, que Messi o Cristiano Ronaldo expresen algo parecido a una opinión propia sobre un asunto vagamente social es una quimera. No digamos ya en los días en los que se estuvieran jugando, como LeBron esta semana, los partidos más importantes de la temporada.

El ejemplo de la NBA viene al caso. No sólo por el compromiso social de sus clubes y jugadores, sino por todas las veces en las que esa liga ha demostrado lo que se puede conseguir cuando se aprovecha la influencia del deporte de élite en la sociedad.  Hay ejemplos a cientos, pero me gustaría recordar uno para terminar: el caso de Ron Artest y su psiquiatra.

En 2004, un aficionado arrojó un vaso con refresco a Ron Artest, alero de los Indiana Pacers, durante una pausa de un partido. El ambiente estaba caliente, había habido una trifulca, y Artest se encontraba a pie de pista. El vaso le impactó en la cara, y Artest saltó a la grada para intentar agredir al espectador, con lo que la pelea se trasladó a la zona del público.

En aquellos días, Artest era una estrella indiscutible de la liga, integrante del All Star y uno de los máximos anotadores. Por supuesto, era un jugador insustituible para los Pacers. La NBA no le sancionó con cinco, diez o veinte partidos sin jugar. Fueron 72 partidos. Una temporada completa sin una figura de la competición y dejando muy tocado a un equipo importante, pero a la liga no le tembló el pulso.

Seis años después, Artest jugaba en los Lakers de Kobe Bryant y Pau Gasol. Tenía un rol secundario en un equipo de estrellas, pero protagonizó un momento decisivo al anotar con enorme frialdad un triple clave para ganar el anillo frente a los Celtics. En la euforia inmediatamente posterior al partido, con todo el mundo en la pista celebrando el título, la televisión nacional le puso un micrófono delante a Artest, y el héroe inesperado pronunció unas palabras aún más inesperadas: «Quiero dar las gracias a mi psiquiatra».

No fue un asunto menor: Artest, el jugador admirado por los chavales de los guetos, el chico conflictivo de la calle, rompía el tabú de la enfermedad mental y borraba el estigma de acudir al psiquiatra. Posteriormente llevaría ese mensaje a las escuelas e incluso al Congreso. Que el campeón Ron Artest le dijese al mundo que no pasa nada por estar deprimido, por tener miedo y por pedir ayuda tuvo un impacto mucho más efectivo que cualquier campaña gubernamental.

No hay ejemplos similares en el fútbol español, donde, por ejemplo,ninguno de los grandes clubes quiere saber nada de campañas como ‘La Liga Arcoiris’ contra la homofobia. Me gustaría pensar que el ‘caso De Gea’ podría servir para iniciar una conversación colectiva sobre por qué todo lo que rodea al fútbol profesional es un entorno hostil para las mujeres, o para educar en asuntos como la igualdad de género y la importancia del consentimiento claro y libre en las relaciones sexuales. Que la Selección y sus extraordinarios jugadores podrían ser una herramienta para construir una sociedad mejor.

Porque De Gea no ha hecho nada ilegal. Pero otros sí lo hacen. Cada día. “

Me gustaría compartir esta semana un vídeo que me emocionó cuando lo vi, y que creo que de errores los cometemos tod@s y que lo importante es estar ahí!

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