Estoy obsesionado por la tecnología. ¿Voy al médico?

carlesmarcos Artículos 2 Comentarios

«-¿Algún familiar sufre de enfermedades mentales?-¡No!¡Todos parecen disfrutarlas!», dice la viñeta. Tiene su gracia el chiste y a la vez hace reflexionar. Reflexionemos pues: -«¡Me duele algo!…» Lo más común ante la afirmación que se formula es responderse -“¡Voy al médico!”. A nadie se le escapa que esa es la respuesta más habitual entre los habitantes de sociedades desarrolladas. ¡¡Si, digo desarrolladas!!! Y si me apuráis, me da la impresión que cada vez menos podremos ir al “médico” tal y como van las cosas, pero…
¿Y que ocurre cuando no sentimos nada de dolor, pero en el fondo hay algo de lo que hacemos que no nos parece del todo correcto y que nos perjudica y perjudica a los que tenemos a nuestro lado? ¡Ahh! ¡Eso es otra cosa! La respuesta es que no le damos la importancia debida…¡y así nos va!. En esta sociedad supuestamente desarrollada, cada vez más aparecen nuevas tecnologías que aparentemente favorece nuestras relaciones “sociales”. Nos ocurre, que no acabamos de ver el fin de la modernidad, y mientras no nos hemos dado cuenta todavía, del principio de nuestro deterioro psicológico en algunos casos. ¡Perdonad! Me atrevería a decir en muchos casos, en su vida personal y también laboral.
“Pero bueno, mientras que haya salud…!”¡¡¡ SOLUCIONES!!! Todos sabemos que las hay. Lo primero que toca es saber que tenemos un problema… A posteriori, todo fluye.
Quiero compartir un escrito Cómo controlar la adicción a las nuevas tecnologías, de la psicóloga Patricia Ramírez en el diario digital Huffington Post aparecido hace unos días y que creo muy interesante.
“Hablamos de adicción cuando un elemento externo, persona, sustancia o cosa, te genera una dependencia tal, que te obliga a estar en contacto con ella. No solo hay esa necesidad de proximidad o de consumo, sino que la separación genera consecuencias emocionales, comportamentales y del pensamiento.
Las personas tienden a infravalorar la obsesión por el móvil, por internet o por otras nuevas tecnologías, porque no sienten que fisiológicamente les haga daño, en el sentido de que no ingieren sustancias adictivas. Lo cierto es que dejar de jugar al videojuego, perder el móvil o no estar conectado sí tiene consecuencias, como la irritabilidad, incertidumbre, aburrimiento o nerviosismo. Hay chavales que han muerto después de estar jugando 40 horas seguidas al ordenador, llegándose a privar de sueño y alimentos.
Las adicciones son todas similares, da igual que sea al tabaco, a las compras, al juego patológico, alcohol, drogas o a las nuevas tecnologías. Todas cursan con la necesidad de consumir y con la sintomatología física, emocional y comportamental como consecuencia de la privación del estímulo adictivo. Pero una de las consecuencias de las nuevas tecnologías que difiere respecto a otras adicciones es la inversión de tiempo que requieren. El tiempo que ocupas con el ciberespacio o con la telefonía, lo dejas de ocupar con el trabajo, los estudios o tus relaciones personales. Hay personas que pierden su pareja, su trabajo, fracasan en los estudios y dejan de relacionarse de tú a tú con los amigos.
¿Por qué hemos llegado a engancharnos a este nuevo estilo de vida? Porque teléfono y juegos, conexiones y televisiones han existido toda la vida, pero no dependíamos de ellos como ocurre ahora.
Existen varios motivos:
La inmediatez. La sensación de estar conectado, escribir un mensaje y que te llegue una respuesta, poder tener toda la información del mundo en segundos, es muy atractivo. Estar continuamente interactuando es estar participando, tener protagonismo y ayuda a que muchas personas no se sientan solas.
El atractivo visual y auditivo. Los sentidos se implican y se magnifican. Tanto estímulo a la vez supera el atractivo de mover la ficha del parchís. Los videojuegos estimulan variables psicológicas como la atención, concentración y además ofrecen colorido y sonido.
Variables psicológicas como la toma de decisiones, elección, planificación, etc. Cuando juegas, el cerebro se estimula, participas. No hay unas reglas inflexibles para alcanzar la victoria, como puede ser otro juego de mesa. Tú tienes que pensar, y pensar es muy estimulante. Trabajas con la toma de decisiones, obtienes éxito y fracaso, y depende de ti. Es cierto que hay muchos juegos de estrategia como el Risk, que pueden reunir estas ventajas, pero la diferencia radica en que el videojuego tiene además el atractivo visual y auditivo. Continuamente cambian los escenarios. No tienes siempre un mismo tablero con un mismo dado.
La participación social. Tienes opinión y voz en foros en los que participa mucha gente. Te sientes importante y parte de un grupo al que perteneces. No necesitas quedar, vestirte o planificar. Todo está a golpe de un click, a la hora que quieras y con quien quieras. Y puedes salvaguardar tu intimidad. Puedes participar aun siendo tímido e inseguro, porque el que te juzgue no te hará daño, estás protegido por el anonimato.
La comodidad. Al que le gusta leer ya no tiene que cargar con tres libros cuando se va de vacaciones. Los lleva todos en el e-book. En un teléfono tienes al alcance de la mano correo electrónico, redes sociales, juegos, llamadas, mensajes, vídeos, música, prensa, internet y muchos otros atractivos.
Establecer unos criterios para detectar cuándo estás en riesgo o padeciendo una adicción y cuándo no, es bastante complicado. Muchas de las horas que pasamos con el teléfono o el ordenador se justifican porque nuestro trabajo no se sostiene sin estas tecnologías. Incluso los niños y adolescentes necesitan relacionarse todo el día con el ordenador porque los hábitos de estudio y fuentes de información han cambiado.
Es importante estar pendientes de los cambios que observemos en los que tenemos alrededor. Las reacciones y formas de comportarse de tus hijos, la dificultad para vivir sin el móvil, el tiempo que pasan delante del ordenador cuando no están estudiando o si tu pareja por la noche se relaciona más con las tecnologías que contigo sin motivo laboral de por medio. Cada uno conoce a los suyos y sabe lo que es normal y lo que no. Y cada uno establece las reglas de su casa y lo que se decide entre la familia para el uso del ciberespacio y de los juegos.
El mejor tratamiento, la prevención
A pesar de que son los menores los que más nos preocupan, porque además están muy desprotegidos en internet, los adultos padecen la misma obsesión que los jóvenes.
Modelos. Tú eres el modelo de tus hijos. Compórtate con el móvil y con el ordenador tal y como esperas que lo haga tu hijo. Eso significa que en la mesa no se come con los móviles ni con las tabletas. La mesa es un encuentro social, es el lugar para compartir, comunicarse y participar de lo que nos ocurre durante el día.
Lo mismo ocurre cuando conduces. Si hablas por el móvil, si minimizas los riesgos, si piensas que son solo segundos, tus hijos también tendrán estos valores. Les estás enseñando a priorizar mal. Estás priorizando un mensaje o una llamada por encima de su propia seguridad y de la tuya. Les estás transmitiendo que te puedes saltar las reglas porque el teléfono es tan importante que vale la pena hacerlo.
Limitar el uso del ordenador, juegos y móvil. Los niños saben los que les gusta y lo que no. Pero muchas veces desconocen cuánto tiempo pueden o deben dedicarle a sus juegos. Nacen sin límites y eres tú el que como padre, se los tienes que poner. Les enseñamos una rutina para dormir, unos hábitos de estudio para que alcancen sus objetivos y también les tenemos que establecer un límite horario para que se relacionen con las nuevas tecnologías. Este horario dependerá de la edad, del éxito y fracaso con sus otras obligaciones y de las necesidades particulares que cada uno tenga en su casa.
Tú como padre o madre también debes limitar el uso tal y como se lo pides a tus hijos.
Educación en valores:
Enseña a tus hijos a gestionar el tiempo, que consigan un equilibrio entre el deporte, sus relaciones sociales, la lectura, sus obligaciones y el uso de las nuevas tecnologías. Si aprenden a organizarse, tendrán tiempo para todo. Y cada una de estas actividades les enriquece en su vida.
Inculca los valores del trabajo y esfuerzo. No les eduques para que lo tengan todo sin nada a cambio. Enséñales que no hay recompensa sin esfuerzo. Y con ello me refiero no a premiar por estudiar, algo de lo que estoy completamente en contra, sino de que no hay juegos ni móviles si antes no han hecho los deberes. Y que no son merecedores de ventajas y caprichos si no cumplen con sus obligaciones y obtienen los resultados que les marques. No se premia por hacer los deberes, ni por colaborar con las tareas del hogar.
Trabaja las habilidades sociales desde pequeños y frecuenta ambientes en los que puedan relacionarse directamente con los amigos. Llévalos al parque y hacer deporte, de tal forma que aprendan a convivir, compartir y respetar a sus amigos.
Entrena el autocontrol de tus hijos. Uno de las peores consecuencias de estas tecnologías es la inmediatez y la rapidez con la que se responde y obtiene información. Los niños también querrán trasladar estos valores a su día a día, «quiero esto ya, cómpramelo ya, atiéndeme ya…» Incúlcales tener paciencia, que respeten el turno de palabra, no dejes que te interrumpan y no priorices sus caprichos por encima de tus necesidades. Y si se frustran, genial. Así aprenderán a convivir con una emoción que van a necesitar el resto de sus vidas.
En el trabajo también puedes gestionar mejor las nuevas tecnologías:
Sé respetuoso con tus trabajadores o compañeros. Deja de enviar correos por la noche. Aprende a gestionar y delimitar los horarios de trabajo. Que tengas un ordenador disponible no significa que tengas que bombardear a las doce de la noche con mails.
Aprende a gestionar tu tiempo. Si estás trabajando, no compagines el trabajo con bichear la prensa en internet. Así fraccionas tu atención y concentración, y no estás ni en la prensa ni en el trabajo. Organiza tu tiempo para ser eficiente con la tarea y para descansar con internet.
No contestes a los correos de forma inmediata. Que entren en la bandeja no significa que tengas que responder ya. ¿Estás ocupado? Pues termina con la tarea que tenías. Ponte un orden, como revisar el correo cada dos horas o cuando finalices la actividad que te ocupa. Y quita el sonido a la bandeja de entrada, es muy estresante.
Ponte un horario en casa para trabajar con el ordenador. Normalmente lo enciendes y te pones a trabajar, pero como estás cansado, te distraes curioseando en las redes sociales y páginas web. Al final terminas por trabajar desconcentrado, alargando el tiempo que tenías pensado dedicarle al trabajo y por desatender a la familia o a otro tipo de ocio. Ponerte un horario que cumplas sí o sí, te ayudará a optimizar el tiempo que dedicas a tu trabajo, ya que no tendrás más tiempo para acabarlo. Tu mente dejará de dispersarse y mejorará tu atención y concentración.
Si seguimos estos sencillos consejos, hay personas que al principio sufrirán ansiedad, se sentirán incómodos, incluso culpables pensando que no están atendiendo de forma inmediata algo que, en realidad, no lo requiere. Pero esta sensación de malestar forma parte del síndrome de abstinencia. Cuando te acostumbres a dominar tú al teléfono y demás adicciones cibernéticas en lugar de que ellos te dominen a ti, te sentirás más feliz y libre.»
Comparto con vosotr@s un vídeo que nos explica como sería nuestra vida sin todas estas «ayudas» tecnológicas que conviven en nuestra sociedad «desarrollada».

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